El enojo, como el resto de las emociones, hay que entenderlo desde una perspectiva evolutiva, es una emoción primaria y necesaria para la supervivencia. Cuando algo se interpone en una meta y no la podemos alcanzar desarrollamos ira, es una respuesta biológica que nos ayuda a persistir en nuestros objetivos y así eliminar amenazas.

El enojo es una emoción intensa que activa nuestro organismo para luchar de la manera más eficaz, además de los cambios fisiológicos el    enfado       conlleva     cambios cognitivos y motores.

La manera en cómo estos cambios se expresan es diferente en cada persona. La capacidad de expresar el enojo de manera adecuada nos ayudara a alcanzar nuestras metas y a establecer límites sin trasgredir los derechos de otras personas, sin agresión o violencia que afectaran a los que te rodean e incluso a tu propia vida.  

Antes de abordar el mecanismo que genera el enojo revisaremos algunas de las desventajas que nos trae el enojo disfuncional

Una de las desventajas más frecuentes en la ira, probablemente la que más costes tiene es el daño que causa a nuestras relaciones personales. Curiosamente,    las relaciones que más se afectan son las mejores que tenemos. Muchas personas pueden creer que nos enojamos con la gente que nos cae mal pero por paradójico que parezca esto pasa con muy poca frecuencia.  

La mayor parte de las veces nos enojamos    con   personas   muy cercanas a nosotros como la pareja, los  hermanos, padres,    hijos, compañeros de trabajo o amigos. En muchos de los casos se suele echar la culpa a los demás y con esto, las relaciones se vuelven tensas y no se carga con la responsabilidad del enojo, tampoco se logra observar con atención los costes que esto traerá hasta que se empieza a desquebrajar alguna de las mejores relaciones.

Pensemos ahora en nuestra propia vida:

 

¿Ha destruido nuestro enojo alguna relación   importante?        ¿Tendemos hacer a los demás responsables de la manera en cómo nos sentimos? 

 

El área laboral también se ve afectada por el enojo. En primer lugar, puede perjudicar las relaciones de trabajo y en segundo lugar puede bloquearnos a la hora de abordar cuestiones importantes o limita nuestra capacidad para realizar nuestro trabajo.

Tratemos de recordar la última vez que te enojaste ¿Qué fue lo que absorbió tu atención? ¿La solución que generaste en ese momento crees que fue la mejor? ¿Fuiste capaz de ver todas las opciones de solución en ese momento? Ante estas preguntas reconoceremos que es difícil pensar y conducirse cabalmente cuando estamos muy enojados.

Uno de los primeros ensayos sobre la ira fue escrito por Seneca quien describe a la ira como:

 

“Una de las más feas y funestas emociones”


Aunque la ira puede servir en algunas situaciones injustas rara vez conduce a un cambio razonable. Líderes respetados como Martin Luther King o Gandhi defendieron su causa con todas sus fuerzas pero también fueron sumamente disciplinados y mantuvieron la “cabeza fría”. Por tal razón, a pesar de que la ira es una emoción natural y humana esto no justifica que sea la más adecuada para resolver problemas.  

Tras episodios de enojo pueden aparecer problemas emocionales y personales como la depresión, sentimientos de culpabilidad, vergüenza, bochorno o inseguridad. El enojo puede resultar bastante incómodo y ser un recordatorio permanente de que no nos relacionamos debidamente con el mundo.
Con     frecuencia creemos    que   los acontecimientos    externos   son   los causantes de que sintamos enojo pero si esto fuera    cierto,        entonces    todos reaccionaríamos de la misma manera ante circunstancias similares.

Por ejemplo, imagina que estas en medio del tráfico y tienes que llegar a una cita importante

¿qué harías?¿qué pensarías?¿los que están a tu alrededor actuarían de la misma forma?

Lo más probable es  que NO, algunas personas tocarían el claxon pensando “que le pasa porque no se apura” otros en cambio se estarían culpando pensado “porque no salí más temprano soy un torpe” otros preferirán mantener la calma pensando “son cosas que pasan de vez en cuando. Así que… paciencia

Vemos, pues, como diferentes personas reaccionan de diversas maneras ante un mismo acontecimiento. En realidad, son raras las veces que nosotros mismos respondemos de la misma manera ante una situación idéntica ¿Qué es lo que nos dicen estas distintas reacciones emocionales? En la mayoría de los casos, nuestras creencias sobre lo que ocurre determinan nuestras respuestas emocionales.

En el caso de la ira,       cuando sentimos que perdemos el control, nuestras reacciones pueden dar la impresión de ser prácticamente automáticas, puede parecer que el tráfico es el causante de que alguien se enoje, se culpabilice o se mantenga tranquilo pero en realidad lo         que   está        generando          su consecuencia emocional es lo que piensa acerca del evento. Las circunstancias no nos afectan en sí mismas sino como nosotros las vemos y las interpretamos.  

 

Epíteto, un filósofo griego de la escuela estoica decía que no nos afecta lo que sucede sino lo que decimos sobre lo que nos sucede. Por lo tanto puede parecer que nuestro enojo surge como una reacción ante un     acontecimiento    externo     pero es importante ver que nuestras creencias son las que nos llevan al borde de la ira y las que nos hacen reaccionar de tal o cual manera, son nuestros pensamientos los que generan tales reacciones, emociones y comportamientos.

 

Para reducir con éxito nuestro enojo y hacer frente con mayores garantías a las dificultades cotidianas, conviene empezar a deshacernos de la idea de que las situaciones injustas, las personas difíciles y las frustraciones son las que nos ponen automáticamente furiosos. Sin duda contribuyen en parte y en muy poca medida, pero estos acontecimientos traerán pensamientos automáticos que desarrollaran ciertas reacciones en nosotros.  

Aceptar esta responsabilidad es fundamental para hacer frente con eficacia a nuestros futuros arrebatos. Así pues, si sabemos observar bien y controlar nuestros pensamientos, estaremos en mejores condiciones de reducir nuestra ira destructiva.

Ahora ¿Cómo podemos solucionar el problema de nuestra reacción de enojo ante las eventualidades? Usaremos letras para designar cada uno de los elementos que conllevan un episodio de enojo. En primer lugar, está la C o consecuencia emocional, conducta o reacción. Luego buscamos la A o experiencia activadora, adversidad o situación. Si cotejamos A con C podría parecer que A produce C es decir, que el trafico (A) produzca que nos enojemos y toquemos el claxon repetidas veces (C). Aunque nuestra experiencia activadora (A) contribuye en parte a nuestra consecuencia emocional (C) no la produce realmente pues si la estudiamos detenidamente la relación entre A y C esta mediada por una B que representa nuestros pensamientos o creencias sobre las cosas.