La mayor parte de la gente que suele iniciar un proceso terapéutico, espera sentirse mejor, sería ilógico asistir al psicólogo esperando empeorar o continuar de la misma manera, sin embargo en muchas ocasiones las personas que inician tal proceso creen que el psicólogo les ayudará a no volver a sentirse tristes, enojados, angustiados, etc. Hay incluso personas que aunque no asistan a un servicio de psicología creen que el secreto de la felicidad radica en no volver a sentir emociones que consideran desagradables como las ya mencionadas. Los seres humanos tenemos una tendencia a desestimar todo aquello que nos parezca desagradable sin detenernos a analizar, reflexionar o preguntarnos qué hay de detrás o que hay más allá.  En el caso de las emociones es indispensable entender que sin ellas los seres humanos ya estaríamos muertos. 

Alguna vez te has preguntado por qué te enojas, por qué te sientes triste o por qué te puedes sentir profundamente angustiado(a), seguramente lo has hecho y estoy seguro que en esas ocasiones, has maldecido a tus emociones y te has preguntado ¿Por qué tengo que pasar por estas cosas tan desagradables? Como ya lo he dicho solemos confundir lo desagradable con lo malo y el hacerlo nos lleva a criticar o despreciar muchas cosas en la vida que no son tan malas, todo lo contrario incluso son hasta necesarias. En el caso de nuestras emociones, es claro que a nadie le agrada sentirse triste, enojado o angustiado, yo le he preguntado a la gente en innumerables ocasiones y la respuesta siempre es la misma, nadie levanta la mano y afirma alegremente “A mi me encanta sentirme enojado, triste o angustiado” y dudo mucho que alguien me brinde una respuesta diferente. 

 

Y entonces ¿Por qué defiendo con tanta firmeza que las emociones son buenas? Yo más bien diría que son funcionales en vez de buenas, porque definir algo como bueno es muy complicado en este mundo lleno de opiniones tan diferentes, ¿Qué es lo bueno o qué es lo malo? Es una pregunta muy difícil de resolver. Más bien me ajustaría a decir que nuestras emociones son funcionales, ya que fueron diseñadas con una intención y siempre y cuando sean capaces de cumplir con la meta para la cual fueron diseñadas, podemos afirmar contundentemente que son “FUNCIONALES”. Entonces para qué sirven o para qué fueron diseñadas, pensemos en al menos tres de ellas, la tristeza, el enojo y el miedo.

¿Qué haces cuando ves a un ser querido llorar o pasarla mal? Muy probablemente tu respuesta sea que vayas a consolar a esa persona, le des un abrazo, le digas que todo está bien, que sientas empatía por el sufrimiento de tu ser amado, precisamente ahí radica la función de la tristeza, ya que esta permite que la gente se ponga en nuestro lugar cuando nos sentimos tristes y que nos puedan brindar ayuda o que podamos buscar dicha ayuda y de esta manera sea más sencillo solucionar nuestros problemas, la tristeza une a la gente.   

 

Imagina que alguien intenta quitarte tu comida o alguien te dice cosas ofensivas, crees que ¿Podrías ponerle límites o expresarle tu desacuerdo a esa persona sin estar al menos un poco enojado(a)?, Claro la respuesta es negativa, ya que es muy complicado hacerlo de otra manera porque la función del enojo implica el poder expresar desacuerdo y poner límites ante situaciones que consideramos desagradables

 

Ahora piensa que te encuentras en el bosque y de repente un lobo feroz se aparece frente a ti, si no tuvieras la capacidad de experimentar miedo, seguramente no correrías y te quedarías ahí parado o parada hasta ser devorado(a) por el lobo. Por eso el miedo nos ayuda a huir de aquellas cosas que nos pueden hacer daño y eso me parece que es muy, pero muy funcional porque puede salvarnos la vida. 

Pero entonces por qué tenemos tan mala imagen de las emociones, el problema es que cuando estas emociones se vuelven muy intensas pasan de ser funcionales a ser disfuncionales; es decir, el problema no son las emociones sino la intensidad con que las vivimos, entre más intensas sean menos funcionales se vuelven. 

 

Cuando nuestra tristeza es muy intensa en vez de pedir ayuda nos aislamos y no pedimos ayuda ni tampoco permitimos que los seres queridos nos puedan brindar su apoyo; el enojo si se torna demasiado intenso nos lleva a comportarnos agresiva y violentamente en vez de permitirnos expresar desacuerdo; el miedo si alcanza una gran intensidad nos petrifica y nos deja inmóviles en vez de permitirnos huir de las cosas que nos pueden hacer daño y si esto ocurre ninguna de estas emociones cumple su propósito y en vez de ayudarnos se vuelven más bien perjudiciales para nuestra vida. 

Por todo esto es importante que recuerdes que las emociones no son tus enemigas, en muchas ocasiones pueden volverse aliadas muy poderosas en tu vida permitiendo resolver los obstáculos que la vida pondrá en tu camino, recuerda el problema no son las emociones sino la intensidad con que las vivimos, por ello es importantísimo comprender que es imposible vivir en un mundo sin emociones, más bien lo ideal es vivir en un mundo donde podamos aprender a sacarles el máximo provecho para hacerlas lo más funcionales que se pueda. 

 

Escrito por

Mtro. Oscar Morales Téllez

Psicoterapeuta de IPSI

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