El proceso terapéutico en repetidas ocasiones puede generarnos diversas expectativas, conforme avanzamos en el proceso y vamos teniendo resultados, vamos comprendiendo lo que nos quieren dar a entender, adquirimos la habilidad de ver que es lo que verdaderamente estábamos buscando, una esperanza, un camino, al final, esa forma en la que nosotros mismos podemos ayudarnos. Hemos encontrado en nuestro terapeuta a una persona facilitadora de herramientas, con las cuales podemos ir trabajando todas las problemáticas que habíamos enfrentado durante mucho tiempo sin los medios necesarios y ahora tenemos una alternativa para poder resolverla adecuadamente.
¿Qué es lo que pasa? muchas veces, como es natural, quisiéramos que los resultados se vieran enseguida, quisiéramos que de la misma forma en como logramos acceder a este camino pudiésemos también acceder a los resultados esperados, sentirnos bien, quizá, de la noche a la mañana sin establecer el proceso de terapia, el cual, empieza con una evaluación general a través de un análisis exhaustivo y con ayuda de pruebas psicométricas validadas por sustento científico en la que se pretende comprender a profundidad la problemática y entender de qué forma la está viviendo el paciente. Posteriormente, se da la entrega de resultados de dicha evaluación y cuando el paciente logre entender su problemática de manera más amplia, es cuando pasamos a la parte del tratamiento. Aquí como tal se da el verdadero contenido de la magia de la psicoterapia ya que poco a poco se van generando las herramientas que formarán parte de nuestra vida cotidiana. Muchas de estas no son tan sencillas como parecen, es un encuentro profundo con nuestros significados y percepciones de la vida. Esto puede provocar que a veces se extienda el tiempo un poco más de lo que quizá se pueda esperar del tratamiento.
Aja pero.. ¿y ahora qué?
Diversas problemáticas que llegan a nuestro consultorio tienen un grado de complejidad variable y no son sencillas de trabajar desde un modelo más teórico, por lo cual, nos enfocamos en trabajar desde la práctica, y de manera inversa, según se requiera. Por tal motivo, el proceso de evaluación es fundamental durante la terapia. Además, nuestra tarea como terapeutas es hacer que el paciente comprenda que esto es parte del proceso, que la velocidad del tratamiento y la premura por aplicar técnicas, sin haber tenido una previa comprensión profunda de la situación que presenta, podría derivar en una aplicación disfuncional del proceso terapéutico y por consiguiente no sentirnos conectados y adheridos al tratamiento. Por este motivo, es necesario hacerle comprender a las personas que nos consultan que es un proceso que lleva su propio ritmo, no necesariamente es un proceso que requiera de una solución rápida, es importante remarcar que lo que marca la diferencia en la garantía de la eficacia del proceso terapéutico es llevarlo a un ritmo adecuado.
A veces, podemos sentir que ya se hizo muy largo el proceso y quisiésemos ver lo más pronto posible, notables y contundentes resultados. Sin embargo, es importante mencionar que el tratamiento, al ser metodológico, puede extenderse un poco más de tiempo. Pese a que la mayoría de los procesos constan de 12 sesiones, este número puede variar, dependiendo de la problemática, la constancia del paciente, la realización de tareas propuestas y avance que el mismo paciente logre.
Por lo tanto, es fundamental comprender que este proceso lleva su propio ritmo, y no necesariamente es un proceso que requiera de una solución rápida. Por lo cual, es necesario que, durante el encuadre terapéutico, el paciente pueda irse con la idea de que, para lograr un tratamiento eficaz, debe llevar un proceso y requiere paciencia y compromiso, pues lograr cambios en nuestras conductas y pensamientos no es tarea fácil.
Mtra. Violeta Laiza
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